Retomamos el análisis del gráfico 1 ya que creemos que sería conveniente aclarar que algunas de estas situaciones se advierten con más frecuencias que otras. Por ejemplo: el bajo rendimiento y el ritmo de aprendizaje lento constituyen dos casos detectados por no menos del 90% de los docentes encuestados, mientras que la categoría de alumnos talentosos solo ha sido seleccionada por el 10% aproximadamente de estos profesores.
Quizás cabe preguntarnos ¿por qué en nuestras clases siempre encontramos alumnos con bajo rendimiento o ritmos lentos de aprendizaje y rara vez alumnos genios? Sin pretender dar solución completa a esta pregunta, ni prejuzgar a los docentes, consideramos que es posible que este hecho se vincule con la tendencia a acentuar lo que resulta ser inferior al modelo deseable, a descalificar más que a realizar una mirada calificadora bajo la cual todos poseen capacidades. Es más frecuente estereotipar la lentitud que la rapidez en los procesos de pensamiento, aunque no excluimos la posibilidad de que también sea rotulado el “inteligente”, pero como la “inteligencia” entendida en la pobreza de su única faceta del “saber-saber” es más valorada en la lógica actual de contextos neoliberales[1] y es lo supuestamente deseable para el género humano, el adjetivo de anormalidad recae sobre el “lento” o el “burro”.
Además estas calificaciones (descalificaciones) se enquistan en estos alumnos para siempre y se activan en cualquier dimensión del aprendizaje, es decir, no existe ninguna posibilidad para quienes lo catalogan de revertir la lentitud o el bajo rendimiento, y estos aspectos “tan negativos” se reproducirán una y otra vez en todo lo que este sujeto emprenda.
Decíamos que ante la diversidad existen justamente diversas actitudes en contextos de aula, no es infrecuente asistir a discursos donde se emplean rótulos despectivos para referirse al diferente o a los diferentes: el raro, el lento, el sabelotodo, el sordo, el negro, el pobre, el que tienen matrícula especial, el discapacitado, el rebelde, el chino, el que tiene muchos problemas, el de mala conducta, el vago, el que está siempre en otro mundo, etc. En definitiva estas categorías, que recogimos en las oportunidades de observación en distintas clases e matemática de variadas escuelas medias de esta ciudad, entran en acción casi inconscientemente, partiendo de cualquier actor escolar, poniendo de manifiesto la exageración negativa de la diferencia.
El recorrido por distintas escuelas nos permitió constatar otras formas de concretización de esta postura. Por ejemplo, bajo la bandera de “inclusión” y “atención a la diversidad”, hemos detectado en dos escuelas medias de la ciudad de Rosario que existe la categoría de “alumno con matrícula especial”, entre los cuales figuran jóvenes con problemas de desarrollo intelectual (retraso) o con problemas psicológicos (depresión). Si bien las instituciones presentan diferencias en las formas de estructurar la atención al diferente, en ambas se omiten acciones integrativas. En una de estas, los alumnos estaban separados físicamente de los demás, en una mesa redonda en la entrada donde trabajaban bajo la coordinación de una maestra especial, donde la enseñanza era bien individualizada, atendiendo de las necesidades del individuo, pero separando lo anormal, como si fuese contagioso. En la otra, compartían el aula y asistían a un curso “común” pero solo el lugar de estancia de los cuerpos era lo compartido. A continuación tomamos parte de un registro de observación de una clase en esta última:
“En particular, me llama la atención la presencia de dos alumnos que se hallan inmersos en el círculo de incomprensión-aburrimiento-indisciplina. Sus mismas ubicaciones en el aula denotan exclusión o aislamiento. Uno se halla aparentemente dormido y el otro desorientado acerca de lo que sucede, hasta el punto de llegar a decir: -¿Esto qué es? ¿Matemática?. El grupo les ha adjudicado, y ellos han asumido, el rol del chivo emisario. Los mismos alumnos se dirigen a ellos como los “pobrecitos”. El docente me explica que tienen una matrícula especial, y uno de ellos ha sido recientemente dado de alta después de una internación psiquiátrica. Por lo tanto, refiere que no puede exigirles. No muestra interés en incluirlos en la clase.”
“Hoy es la prueba escrita. Uno de los alumnos con currícula especial expresa que no va ha hacer la prueba. El docente acepta, sin responderle.
El docente me señala dos alumnos “muy inteligentes” y me comenta que Franco, el otro chico con currícula especial, es muy bueno para memorizar. Se sabe los recorridos de todos los colectivos de Rosario. El docente le indica de a uno por vez, qué ejercicio está en condiciones de resolver.
Franco tiene una calculadora que emite sonido cuando se presionan las teclas, todos sus compañeros se quejan. A él parece agradarle que los demás noten su presencia y le marquen su pertenencia al grupo, aunque sea con expresiones de descontento hacia él, por ello vuelve a activar repetidas veces el sonido de la calculadora.”
“Como estoy cerca de los alumnos que están aislados, alcanzo a oir un diálogo:
A1:_Hay que copiar esto.
A2: _
A1: _¿Estás cansado?
A2: _Sí.
A1: _Tratá de no tomar tantas pastillas (saca su carpeta y se pone a copiar).
Observo que este alumno tiene solo algunas hojas en su carpeta, mientras que el otro permanece en su lugar sin reacción. Pasado un tiempo y sin un motivo aparente, oigo a este alumno hablar, sin dirigirse a nadie en particular:
A2:-_¿Cuántos miligramos tienen la pastilla que tomás para dormir?
Una alumna que lo escucha me mira sin comprender lo que este sujeto dice.
Vuelve a caer en un estado de adormecimiento y luego pregunta:
A2: ¿Me puedo ir?
Nadie presta atención a lo que dice, es ignorado totalmente por los compañeros y docentes. Parecería estar ausente.” [2]
Alumnos con currícula especial..., nos cuestionamos ¿es esto atención a la diversidad? o ¿se clasifica el alumnado destacando las diferencias y allí se termina la acción-show de la inclusión? Se percibe al OTRO a los OTROS diversos pero inferiores a quien lo/s juzgue, inferiores al modelo deseable, descalificándolo/s e inhabilitándolo/s por ser distintos.
No podemos dejar de pensar en ¿Cuál es el rol del docente ante alumnos con patologías psíquicas? ¿Se halla capacitado para trabajar con ellos? Pensamos en tantos trastornos predominantemente psicológicos muy comunes en los adolescentes como: la drogadicción, la anorexia, la bulimia, el alcoholismo, el suicidio, etc. ¿Qué debería hacer la escuela frente a esto? ¿Cómo incluirlos sin “enfermar” a los demás actores de la institución? Dejamos pendiente esta inquietud, sobre la cual volveremos más adelante.
[1] Nótese que se le llama habitualmente “bajo rendimiento”, vocablos más acertados en una empresa y sus procesos productivos.
[2] Registro de observación de Pamela Dahlquist. Esc. D´Ibarre. Año 2004