lunes, 26 de noviembre de 2007

Cuando de incluir se trata, la escuela no basta

Advertimos que no podemos hacer recaer toda la tarea y la responsabilidad de inclusión en la escuela. Antes de establecer propuestas que tengan en cuenta la atención a la diversidad, desde su reconocimiento positivo hasta su contemplación como fuente de riqueza en lo cotidiano pasando por su valoración, queremos hacer notar que estas serían incompletas e inoperantes si no fueran emprendidas junto con otras propuestas de integración, por todo el entramado social en su conjunto.
“Atender a la diversidad: no solo es suficiente atenderlo en lo educativo, sino atenderlo en su realidad como sujeto porque vos no sos siempre un alumno. Si bien te marca en tu inicio, vos en la vida vas a ir ocupando distintos roles y acá lo que está faltando son políticas sociales que atiendan a una inserción, incluso del que pasa por la escuela.”[1]
Por más actitud positiva que tenga el sistema educativo, la escuela, el maestro o cualquier otro organismo o actor del círculo de la educación, es imposible darle un tratamiento relevante a la diversidad. ¿De qué vale incluir al sujeto en el ámbito escolar si es un excluido social, si es diferenciado negativamente en el exterior del establecimiento, en la calle, en el barrio, en el mercado laboral, desde los medios, hasta incluso en su entorno familiar? Sin un abordaje mancomunado, si se atendiera a la diversidad de manera asincrónica, creemos que la inclusión y la integración, sinónimo de participación de los mismos como miembros plenos de la comunidad, de los individuos como personas, sería un fracaso (de hecho hoy estamos muy cerca de ello).
[1] Entrevista a Silvana Cadahia - Vease ANEXO