Aunque pudiésemos, más allá de los factores arriba enumerados, intentar una práctica docente que atendiese a la multiplicidad de los alumnos, restaría atenernos a la resistencia de los mismos alumnos, de los padres, de las familias e incluso de la sociedad misma, a recibir un trato personalizado.
Creemos que los ajenos a la docencia y a la pedagogía (con sus excepciones por supuesto) reclaman una educación igualitaria y consideran desde sus supuestos básicos subyacentes que la atención a la diversidad conlleva algo de injusticia.
Por ejemplo para los alumnos y para las familias resulta, desde sus propias creencias, totalmente “alocado” e injusto pedirle a un chico una tarea y a otro, otra; proponerle una ejercitación a uno y a otro otra; acreditar a un alumno con una prueba y a otro con otra. Compartimos en lo siguiente un hecho sucedido en una de las clases de residencia:
“El curso presentaba alumnos muy diversos, en especial en lo referente al ritmo de aprendizaje. Por ello, me pareció bueno que al momento de evaluarlos considerara también las destrezas de los alumnos y ofrecerles ejercicios diferentes a aquellos eran talentosos, aprovechando sus habilidades y evitando su estancamiento.
Aunque las pruebas eran distintas en cuanto a la cantidad de actividades, todos las entregaron prácticamente al mismo tiempo. Luego, cuando se dieron cuenta, expresaron disconformidad con la desigualdad de las evaluaciones pero después de una explicación de los motivos, lo aceptaron.” [1]
Se reclama que se les enseñe “todo” a todos (entre comillas lo de “todo” porque cuanto menos cosas inútiles y complicadas se les enseñe, mucho mejor), que las exigencias sean idénticas. Se asocia la diversidad a la diferencia que se establece por comparación con el modelo normal, esto es desde el saber popular (aunque a veces aparece también en el currículum oculto). Por ello lo diferente que se concibe como desagradable en una lógica etnocentrista, debe ser más que integrado, TOLERADO. Si bien, la tolerancia implica un avance hacia una postura más positiva frente a la multiplicidad. Pero no podemos negar que tolerar es un término que parece cargar sobre sí la idea de soportar algo que es desagradable, algo que no deseamos en ni para nosotros.
“Camps sugiere que tolerar a quien nos resulta desagradable sería una actitud altanera ya que nos coloca en un lugar de superioridad desde el que aceptamos algo a regañadientes.”[2]
[1] Registro de Observación de Cecilia Bufarini - Esc. Técnica N°6. Año 2007
[2] Brunet, G. ETICA PARA TODOS. Ed. Edere. Rosario, 1995. Pág. 159